CAYÓ LA NOCHE
Al fin, suave, callada,
se adueñó la noche
de los amantes.
Sin aliento,
extenuados quedaron,
enlazados.
Hablaban sus ojos
cuando sus labios se unían
murmuraban sus bocas
cuando aquellos dormían
Y en estas…
llegó la Luna y,
con tinta plateada,
tomó firma notariada,
de lo que aquella noche
los dos se jurarían.
Y mientras,
del Rey de la Luz,
huía,
la última promesa,
que los amantes se harían,
la Dama de la Noche,
consiguió anotar;
-Tú y yo, amor mío,
siempre,
¡nos hemos de amar!
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