domingo, 29 de diciembre de 2013

IDIOTA



IDIOTA

¡Vale!, puede ser verdad pensaba…
La felicidad sin medida,
puede volver idiota a cualquiera,
pero estaba dispuesto a correr el riesgo.
Por eso, esa mañana,
al verla de nuevo en el andén del metro,
venció su crónica timidez y,
acercándose a ella, le susurró al oído:
¡Eres la mujer de mi vida!,
¿Te quieres casar conmigo?
Cuando el juez le impuso
la correspondiente multa,
supo el precio de ser un idiota…
¡y encima seguía solo!.

CON ALIVIO



CON ALIVIO

Se sumergió en la noche convocando su presencia.
La sola idea,
consiguió excitar sus más oscuras fantasías…
Más real que nunca,
sintió el temor de encontrarla
al otro lado del lecho.
Se giró…
Y, con alivio,
constató su soledad.
Dejó que las sombras calmaran su estado.




CON ESO ME CONFORMO



CON  ESO ME CONFORMO

Para serte sincero,
no sufro porque no estés conmigo,
no me es vital,
de hecho casi lo prefiero.
Todo es más sencillo así,
no contaminado por lo cotidiano,
más… ¿cómo diría?…
como me gustaría que fuera.
Me basta con alimentar
-cada cierto tiempo-
mi ensueño, con nuevos pasajes.
Como el de esta mañana, por ejemplo,
cuando, con la primera luz del alba,
decidía qué nuevo rincón de tu cuerpo explorar.
Con  eso me conformo.

Y SE FUE A PASEAR



Y SE FUE A PASEAR

De su vida había echado
el último desengaño…
Y se fue a pasear.
Pensaba que esta tierra
era el infierno
de algún planeta lejano…
Y se fue a pasear.
Mas al final del paseo donde,
con un quiebro,
la mar roza la ciudad,
el viento que venía suave,
rolando y de costado,
todos sus pesares le había robado…
Y se fue a pasear.

SIN HACER RUIDO






















SIN HACER RUIDO

Con viento de poniente
y sabor a salitre,
llegó una mañana de invierno,
casi sin hacer ruido.
Merodeó arriba y abajo,
hasta que, casi sin darse cuenta,
se ubicó en él.
Pasó el tiempo,
y una mañana de primavera,
con viento cambiado
y  sin dejar su nombre
para el recuerdo,
se alejó como había entrado,
sin hacer ruido…