martes, 24 de diciembre de 2013

DES-OYENDO CONSEJOS



DES-OYENDO CONSEJOS

Recuerdo que solías decirme:
-¡Cada una tiene la obligación
(¿o era maldición?)
de descubrirlo todo
por sí misma!
Puede que tuvieras razón pero,
 algunas veces,
conviene hacer caso a los que te precedieron
con sus-en ocasiones-sabios consejos,
te respondía,
por ejemplo:
cuando te avisé de la fragilidad
del primer amor
             (recuerdo que estabas en tu Primavera)
y te sugerí esperar
a más adelante
              (a tu inmediato verano, al menos),
para sumergirte,
con el impulso de tu insultante juventud,
en tan peligrosas aguas.
Pero claro,
¡tenías que experimentarlo por tí misma!.
Estoy seguro que en el último momento,
mientras –ya sin remedio-te hundías,
cambiaste de parecer,


y muy a tu pesar,
me darías la razón…
Aunque, conociéndote,
y de haberte salvado,
jamás me lo hubieras reconocido.


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