Al fin,
la pieza que creía cazada
estaba a su alcance.
Puso los sentidos a disfrutar del triunfo.
Con tacto,
recorrió sus sugerentes recodos.
Su aroma reconoció,
su cuerpo contempló
y, malinterpretando sus gemidos,
la saboreó…
Tan abandonado andaba que
-cazador cazado- descuidó
el que podría haberle salvado de la trampa
tendida,
el sexto…
el de la supervivencia.

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