Malinterpretando -una vez más-
sus mensajes,
le lanzó la pregunta.
¡Nunca,
me oyes, nunca conseguirás
que
te quiera como tú quieres que te quiera,
así
que, mejor lo dejamos!,
fue su respuesta.
Hoy, atravesado el mar
de rencor creado,
reconoce que le hizo el favor de su vida,
porque, carente de imaginación
como siempre fue:
¿Qué hubiera sido de sus versos,
si le llega a dar el sí?.
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