ACTO III-LA NOCHE-CUANDO CONCENTRADA ANDAS
A merced del viento,
que sin piedad,
tu vida agitaba,
te ahogabas.
Cuando fui a tu rescate,
con tus ojos dijiste gracias.
Hoy, muchas mareas más tarde,
observando el suave ceño que
cuando concentrada andas, te nace,
me pregunto
(mientras
Mozart nos amaina):
-Cuando fui a tu rescate,
¿te salvé o me salvaste?.
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