Flaquea la noche,
alguien golpea la puerta,
es el mañana pidiendo paso.
(¡Qué fatiga!,
empezar de nuevo,
otro día por explorar).
En ademán de irse
mi hoy me mira:
-No has sido muy entrañable,
pero al final hemos congeniado, ¿no?.
-No le abras, ¡quédate!,
nos llevaremos bien, ya lo verás.
Fue inútil, ya en la puerta
(mientras cedía el
paso
a mi
nuevo reto),
se giró y me dijo:
Yo ya soy historia para tí,
arréglatelas como puedas…
y no volví a verle.
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