Aquí estás,
como cada
mañana,
acogedora, servicial,
sugerente…
Con la promesa
de
hacerme olvidar
mis enemigos
nocturnos y
darme fuerzas para
enfrentarme a
los que el día me reserve.
Con infinita
paciencia,
me esperas
dispuesta
a complacerme.
En estos
efímeros instantes
de placer
matinal,
cuando las
tinieblas
huyen a
esconderse,
mis torpes manos
recorren tus
cálidos y sugerentes
contornos,
y con deleite…
tomo lo mejor de
ti.
Nada, ni nadie,
podrá ocupar tu
lugar
en mis
soñolientos despertares.
Pleno y
satisfecho,
salgo a
enfrentarme al mundo,
no sin antes,
con todo el
cariño de que soy capaz,
depositarte en
mi estante preferido
de la cocina.
Adiós,
mi dulce y fiel
taza de café.
¡Hasta mañana!.
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